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    Mi plaza soñada II

    Al día siguiente Martín se levantó muy temprano, quería preparar su consulta para los primeros pacientes.

    Cuando bajó vio que sólo Pilar se encontraba en la cocina, vio que en el comedor ya tenía preparado su desayuno y se preguntó dónde estaría Lucía.

    ¿dónde está Lucía? preguntó Martín extrañado

    Pilar rápidamente le contestó

    Buenos días, señor, Lucía ha salido temprano al río para limpiar el mantel…

    ¡es cierto! recordó Martín y pensó para sus adentros… quedaré a la espera de ver el resultado de su limpieza

    Martín desayunó pausadamente, se tomó su café con leche...
    Mi plaza soñada II

    Al día siguiente Martín se levantó muy temprano, quería preparar su consulta para los primeros pacientes.

    Cuando bajó vio que sólo Pilar se encontraba en la cocina, vio que en el comedor ya tenía preparado su desayuno y se preguntó dónde estaría Lucía.

    ¿dónde está Lucía? preguntó Martín extrañado

    Pilar rápidamente le contestó

    Buenos días, señor, Lucía ha salido temprano al río para limpiar el mantel…

    ¡es cierto! recordó Martín y pensó para sus adentros… quedaré a la espera de ver el resultado de su limpieza

    Martín desayunó pausadamente, se tomó su café con leche recién ordeñada y una tostada de pan recién hecho

    Tanto Pilar como Lucía habían madrugado para tener preparado el desayuno del doctor, ambas se habían esmerado para conseguir impresionarlo, ya que a pesar de sus sufrimientos del primer día, esos trabajos no abundaban en la zona

    Y realmente lo habían conseguido, Martín se mostraba encantado del servicio

    Tras terminar su desayuno Martín se dirigió a Pilar y le dijo que subiera a arreglar los cuartos y después se pasase por la consulta que él iba a estar preparando todo para recibir a los pacientes.

    Si señor, contestó Pilar que se afanaba en recoger y limpiar los restos del desayuno de Martín.

    Mientras tanto Lucía estaba en el río esforzándose en golpear el mantel contra unas piedras para intentar quitar la mancha. Su madre le había enseñado que la leche era buena para quitar las manchas de vino, pero en esa dichosa tela la mancha no desaparecía del todo, se notaba ligeramente al trasluz. Lucía cada vez estaba más nerviosa, sabía que si no lograba sacar la mancha el doctor se enfadaría y la volvería a castigar, pero esta vez no sería sobre sus rodillas.

    Mientras pensaba en ello recordaba, no sin cierta vergüenza, como se había excitado mientras estaba siendo azotada por Martín… estaba tan avergonzada que no se lo dijo a Pilar… y Pilar por la noche tampoco pudo dormir por el dolor y la excitación qué sentía en sus nalgas y, aunque le había dolido mucho, por dentro soñaba con volver a ser castigada porque se sentía muy atraída por Martín… sin saberlo ambas chicas se sentían atraídas por Martin y su manera de disciplinarlas…

    Cuando Pilar terminó de arreglar los cuartos bajó hasta la consulta de Martín, y éste le ordenó que se acercara a su mesa, una vez allí le ordenó que se acercara y se levantara la falda para inspeccionar sus nalgas. Pilar, que ya había aprendido la lección el día anterior, se apresuró a hacerlo y, doblada sobre la mesa del doctor, se levantó la falda y se abrió la enagua dejando a la vista sus posaderas. Martín observó su gesto complacido y pasó sus manos por cada una de las nalgas que ya estaban muy recuperadas, le dio un par de sonoros cachetes, y le dijo que se recompusiera. Pilar se puso de pie y se amoldó la falda. A continuación Martin le preguntó:

    ¿sabes leer?

    La muchacha se ruborizó, se mordió el labio y le contestó, no señor, lo siento mucho, apenas he ido a la escuela…

    no pasa nada contestó Martín, yo te enseñaré…

    ¿sabes si Lucía sabe leer? preguntó Martín

    Pilar le respondió

    no señor doctor, Lucía ha tenido tanta escuela como yo…

    muy bien contestó Martín, pues hasta que aprendáis a leer tendremos que fiarnos de vuestra memoria; te voy a indicar las cosas que necesito que compréis en el pueblo

    sí señor dígame, contestó Pilar rápidamente

    Martín se apresuró a decir

    necesito que compréis dos manos de jengibre, manteca de cacao, 1 kilo de café, 1 libra de chocolate, 2 metros de tela de lino, una garrafa de aceite de ricino,… creo que nada más…bueno si, todo lo que se necesite por vuestra parte para la cocina…

    ¿te acordarás de todo?

    sí señor, y Pilar comenzó a repetir en voz alta dos manos de jengibre, manteca de cacao, 1 kilo de café, 1 libra de chocolate, 2 metros de tela de lino, una garrafa de aceite de ricino, y lo que veamos para poder preparar la comida…

    Muy bien, toma dinero, vete al pueblo y tráeme todo lo que te he pedido y no te entretengas por el camino…

    no señor, no me entretendré y no hace falta que me dé dinero, aquí la costumbre es que el tendero lo anota y después hace cuentas con usted directamente.

    Está bien Pilar de acuerdo, antes de irte comprueba si hay algún paciente fuera de la casa esperando

    Pilar abrió la puerta de la entrada y allí estaban esperando 8 personas, amablemente Pilar les hizo una seña para que pasaran a la sala de espera que estaba justo en la entrada de la consulta. En ese momento Martín que tenía la puerta de la consulta abierta, vio entrar a toda esa gente y se sorprendió. En seguida se dio cuenta que, desde el fallecimiento de don Ernesto, el anterior doctor, nadie había pasado consulta en el pueblo.

    Martín, se puso manos a la obra y fue viéndolos uno a uno, todas eran sintomatologías habituales de la gente trabajadora del campo: pequeñas heridas, alguna infección, pero en general todo era sencillo…

    Mientras Martín atendía a los pacientes que se habían acercado a la consulta, Lucía empezaba a preocuparse porque la mancha no acababa de salir del todo. Cabizbaja y temerosa cogió el camino de vuelta a casa, y solo podía pensar en el castigo que iba a recibir por no haber eliminado la mancha. Cuando llegó vio que la casa tenía gente dentro esperando a ser atendida por el doctor, así que tendió el mantel rápidamente en unos arbustos en el jardín lateral de la casa, contando con que Martín quizá no lo viera y no se acordara.

    A continuación se dirigió a la consulta, esperó a que saliera el paciente y golpeó la puerta

    ¡Adelante! se oyó desde dentro

    Abrió la puerta y le dijo

    Buenos días señor doctor

    ¡Hombre Lucía! Buenos días, contestó Martín, veo que ha madrugado ¿cómo está esa mancha que tenemos a medias?

    Lucía, tragó saliva, para su desgracia no lo había olvidado, no sabía dónde meterse, tenía miedo de decírselo y que la azotara con toda esa gente dentro de la casa que podría oírla ¡qué vergüenza!

    Al final se llenó de valor y le dijo que la mancha prácticamente había desaparecido, que estaba tendida fuera y que, una vez seca, se la enseñaría…

    No es necesario, le interrumpió Martín, cuando acabe la consulta saldré a dar un paseo por el jardín y la observaré yo mismo…

    A Lucía le recorrió un escalofrío por la espalda, pero no dijo nada…

    ¿sabe dónde está Pilar señor?

    Sí, la he mandado al pueblo por unos recados, por cierto Lucía a partir de esta semana tendréis clases conmigo para aprender a leer…

    Lucía se sorprendió, no sabía qué significaba eso, pero le gustaba la idea de aprender a leer…

    Haz pasar al siguiente paciente Lucía y retírate…

    Lucía hizo lo que el doctor le había ordenado y Martín siguió atendiendo hasta que llegó a la última persona, se trataba de una madre con su hija de quince años. Tenía ronchas por todo el cuerpo, que Martín identificó rápidamente como de origen alérgico.

    Martín lo había estudiado en su estancia en Inglaterra y sabía que sólo había dos tratamientos posibles, uno era un pinchazo de amoxicilina, pero era un medicamento muy caro, se lo comentó a la madre y le dijo que ellos no tenían tanto dinero para pagar esa medicina, muy avergonzada le dijo qué le traería harina durante varios meses puesto que su marido trabajaba de molinero…

    Martín le dijo que no era necesario, le indicó que en Inglaterra había estudiado una nueva fórmula que era más económica, la madre le miro sorprendida y le dijo ¿pero la curará? Y Martín le contesto afirmativamente.

    ¿en qué consiste? Preguntó la madre

    Martín le explicó que era un descubrimiento relativamente frecuente, que se hacía con una pasta de ungüentos médicos recubierta de manteca de cacao, que se llamaba supositorio y que se aplicaba a través del ano

    ¿de qué pregunto la madre?

    Del ano, señora, o sea por su culito

    En ese momento a la madre y a la hija les cambió la expresión del rostro

    La niña estaba muerta de miedo…

    Y la madre totalmente asustada y sorprendida…

    ¿por el culo? dijo la madre totalmente intrigada

    Eso es, dijo Martín, totalmente seguro de sus palabras, y es igual de efectivo que una inyección, apostilló.

    La madre miró para su hija que con la cara desencajada esperaba que dijera que no… y luego miro para las ronchas y con un pequeño resoplido de resignación dijo

    Está bien doctor, confío en usted, póngale la cosa esa…

    Supositorio le replico Martín, se llama supositorio, está bien señora, no se preocupe, tendremos que esperar a que venga mi criada Pilar que ha ido a buscar la manteca de cacao y mientras iré preparando el ungüento de la mezcla para que se vaya endureciendo.

    Está bien dijo la madre

    La niña empezó a sollozar aterrorizada

    Martín en su fuero interno estaba disfrutando de la imagen y ya tenía ganas de ver ese culito en el que iba a introducir el supositorio.

    La madre le dijo a Martín

    ¿Me da usted su permiso para que salga con la niña y le limpie la zona?

    Por supuesto, dijo Martín, pero no es necesario que salgan, como comprenderá por mi profesión estoy acostumbrado a ver cualquier parte de la anatomía humana.

    La niña se ruborizó de inmediato, mientras la madre decía sss, ssi, si claro, claro doctor, sin tenerlas todas consigo.

    Martín tiro del cordón de la campana de la consulta y casi de inmediato apareció Lucía

    ¿me llamaba señor?

    Si Lucía, tráigale a la señora una palangana con agua, un paño limpio y un poco de jabón

    Si señor

    Acto seguido Martín acerco un banquito que estaba al lado de la ventana y lo deposito en el centro de la consulta.

    Aquí estará más cómoda señaló

    Martín comenzó a preparar la masa del supositorio y le dio forma redondeada en la punta, mientras lo hacía pensaba en lo delicioso que iba a ser introducirlo en ese anito virgen

    Una vez hubo terminado y dejado a secar al lado de la ventana, llegó Lucia con la palangana, el paño y el jabón.

    La niña estaba muerta de miedo y de vergüenza

    Lucía estaba expectante por saber que iba a pasar

    Y la madre estaba descolocada, no sabía que hacer

    Martín se percató de la situación y con total naturalidad dijo.

    Lucía ayude a la chiquilla a ponerse a cuatro patas sobre el banco y, una vez ahí levántale la falda y deja al descubierto sus posaderas

    Y usted señora, dirigiéndose a la madre, puede proceder a revisar y limpiar la zona

    Si señor doctor contestó la madre

    Lucia estaba sorprendida pero encantada con la situación ¿Qué era lo que estaba sucediendo?

    La niña a duras penas subió al banco, sus piernas temblaban y su cara ardía fruto de la vergüenza

    Martín observaba la escena complacido

    La madre separó las nalgas de la niña y Martín pudo observar un minúsculo ojete, a continuación paso el paño empapado en agua y jabón pero solo por la superficie, la niña se movía inquieta

    Estate quieta Jacinta, le indicó la madre, pero la niña no le hacía caso, el trapo le hacia cosquillas, le molestaba y le daba vergüenza, sabía que todos la miraban…

    En ese instante llegó Pilar, que se paró en seco a la entrada de la consulta, totalmente atónita con la imagen que estaba viendo…

    Ahhh Pilar, justo a tiempo, le saludó Martín, ¿has traído la manteca de cacao? Le preguntó

    Si, aquí está señor…

    Muy bien, ya pueden retirarse señoritas, dijo Martín dirigiéndose a Pilar y Lucía

    Ambas se quedaron contrariadas, querían saber que iba a suceder, así que no cerraron del todo las puertas de la consulta para espiar lo que acontecía.

    Martín se dio cuenta y pensó, luego ya me encargaré de esas dos cotillas…

    A continuación cogió la crema de cacao y la untó en el supositorio. Se dirigió al banco donde estaba la niña y le dijo

    Ahora deberá estar muy quieta señorita, voy a introducirle el supositorio en el ano

    Un ohhh se escucho desde fuera de la consulta, era Pilar, Martín lo escuchó pero no dijo nada.

    La madre miraba expectante

    Martín acercó el supositorio al ojete y nada mas tocarlo la niña se movió hacia adelante con intención de escapar y el supositorio se cayó sobre el banco.

    La madre la freno y Martín comenzó a mostrarse enfadado

    Señora, agarre a la niña o me veré en la obligación de hacerlo yo

    Si señor doctor no se preocupe

    La niña volvió a la posición inicial y Martín volvió a poner el supositorio en la entrada del ano y, una segunda vez, la niña intentó huir

    Martín muy enfadado le dijo a la madre, si me permite le enseñare a su hija a no moverse, pero para ello necesito su permiso, dado que no está bajo mi responsabilidad.

    Si doctor, por supuesto, lo que sea necesario, respondió la madre…

    Martín depositó el supositorio en una bandeja, se limpió las manos y se dirigió al armario de los instrumentos, lo abrió y cogió una paleta de madera. Se dirigió hacia la niña con la mirada sorprendida e intrigada de la madre y de Lucía y Pilar que seguían toda la escena con profunda excitación…

    Martín le mostró la paleta a la niña y le dijo.

    Si te vuelves a mover me veré en la obligación de usar la pala en tu trasero, no serán menos de doce azotes de desigual intensidad ¿le queda claro señorita?

    Si señor, respondió aterrorizada

    Le dejo la paleta sobre el banco debajo de su cara para que la observara y así recordara lo que le esperaba si volvía a moverse.

    Martín cogió el supositorio y repitió el proceso por tercera vez.

    Esta vez la niña estaba haciendo verdaderos esfuerzos por no moverse, pero cuando el supositorio comenzaba a entrar con dificultad en su estrechito ano… se movió y el supositorio se volvió a caer…

    Martín, con suma paciencia recogió el supositorio, se limpio las manos y cogió la paleta

    No por favor doctor, no lo haré más, se lo prometo, empezó a suplicar la niña

    Pero Martín impertérrito comenzó a dar azotes acompasados en cada nalga

    PLAS

    PLAS

    PLAS

    PLAS

    Ayyyy sollozaba la niña

    PLAS

    PLAS

    PLAS

    PLAS

    PLAS

    las lágrimas comenzaron a brotar

    La madre miraba la escena absorta, alguna vez había fantaseado con que su marido la azotara, pero el molinero era muy bonachón y jamás se había planteado azotar ni a la madre, ni a la hija…

    Y Pilar y Lucia empezaban a sentir como se humedecían sus entrepiernas con la escena

    PLAS

    PLAS

    PLAS

    Los tres últimos azotes terminaron por derrumbar la resistencia de la niña

    Muy bien señorita, indicó Martín, ¿va a estarse quieta?

    Sssi, ssi, señor indicó la muchacha sin poder dejar de llorar

    Martín acercó el supositorio por cuarta vez y fue empujando poco a poco hasta que se fue abriendo paso por su estrecho esfínter mientras la niña soltaba quejidos ay, ay, ay, ay

    Martín aprovecho para seguir metiendo bien profundo su dedo y jugar disimuladamente con el ano de la muchacha, quien poco a poco empezaba a dejar de sufrir y a disfrutar de la situación…

    Mientras su madre los observaba se quedó pensando ¡ojalá algún día necesite yo un supo…lo que sea de esos!

    Tras unos minutos interminables Martin sacó su dedo, le dio dos sonoros cachetes en las enrojecidas nalgas a la muchacha y le dijo

    Ya puede incorporarse, con eso desaparecerán las ronchas en unos días…

    Muchas gracias Doctor, muchas gracias, le indicó la madre

    A duras penas la muchacha, totalmente acalorada, avergonzada y excitada por lo que acababa de vivir, se bajó del banco y recompuso su atuendo y salió acompañada de su madre de la consulta.

    Una vez madre e hija salieron de la casa, Martín llamó a las dos criadas y les dijo:

    Muchachas no se crean ni por un instante que no he visto como espiaban a mi paciente.

    Ambas agacharon la cabeza totalmente avergonzadas

    Esta tarde a las ocho arreglaremos cuentas en mi despacho ¿está claro?

    Si señor, se apresuraron a decir las dos, totalmente atemorizadas con el tono de voz de Martín.

    Ahora, vamos a salir al jardín, tenemos pendiente una revisión…

    Lucía se estremeció

    Martín comenzó a caminar por el jardín en dirección al lateral donde se encontraba el mantel extendido sobre los arbustos.

    Detrás de él, con las manos entrelazadas y la cabeza gacha le seguían Pilar y Lucía

    Una vez hubo llegado a la altura del mantel, lo observo con detenimiento durante un buen rato que a Lucía se le hizo una eternidad…

    Martín se giro hacia ellas y dijo

    Pilar, búsqueme una vara larga y fina, lo más recta posible

    Si señor, contestó Pilar

    Bien señorita Lucía, ¿tiene algo que decir?

    La mancha casi no existe señor, sólo se ve al trasluz…

    Mi querida Lucía, usted me aseguró que la mancha desaparecería y no sólo no ha sido así, sino que pretende convencerme de que no se nota ¡pero yo si la veo!. Dicho esto tenía pensado darle solo seis azotes con la vara por su esfuerzo, pero su vano intento de convencerme de que no se ve ha hecho que me lo replantee y le de doce. ¡y de gracias a que como tiene pendiente una visita hoy a las ocho en mi despacho la cifra no aumente!

    Si, si señor dijo Luía totalmente muerta de miedo

    En ese momento llegó Pilar con tres varas

    Martín se mostró complacido con la iniciativa de la muchacha e hizo silbar las tres en el aire para ver cual se adaptaba mejor, al final se quedo con una vara de madera de roble, muy flexible.

    ¡Pilar doblese sobre su cintura!

    Pilar lo miró sobresaltada ¿Qué había hecho?

    No se asuste, es para que sirva de soporte para Lucía

    ¡Lucía túmbese sobre su compañera!

    ¿aquí fuera? Podría vernos alguien

    ¿quiere que me enfade más? Así aprenderá a no contrariarme, si la ve alguien así a los azotes se unirá el castigo de verse expuesta…

    Lucía quería protestar, pero necesitaba el trabajo y se resigno

    Martín le subió la falda y le abrió las enaguas dejando el trasero a la vista.

    Ahora señorita Lucía le voy a aplicar seis azotes por su error con la mancha y otros seis por su osadía al pretender engañarme

    Yo no…

    ¿quiere seis más?

    No, no señor

    Está bien, a continuación de cada azote los contará y me dará las gracias por disciplinarla para que no cometa mas errores ¿lo ha entendido?

    Si señor

    Martín blandió la vara y lanzo varios azotes que silbaron en el aire y estremecieron a Lucía y a Pilar

    ZAS

    Uno gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    ZAS

    dos gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    ZAS

    tres gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    ZAS

    Cua, cuat, cuatro gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    A Lucía le empezaban a correr las lágrimas por la mejilla

    ZAS

    cinco gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    ZAS

    Se, sei, seis gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    Martin no estaba siendo muy severo, pero la vara estaba dejando finas marcas en sus nalgas que ya ardían

    ZAS

    siete gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    ZAS

    ocho gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    ZAS

    Un, nue, nueve gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    A pesar del dolor Lucía comenzaba a notar que su entrepierna se humedecía, era una sensación extraña para ella…

    ZAS

    diez gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    ZAS

    once gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    Aquí Martín metió la vara entre sus muslos para que separara bien las piernas y rozo ligeramente la parte inferior del sexo de Lucía que emitió un ligero sonido de placer (interesante pensó Martín)

    ZAS

    doce gracias, señor por ayudarme a corregir mis errores

    Martín se acercó a Lucia, paso sus manos por sus nalgas que estaban hinchadas por los golpes y ardían mucho…y descuidadamente paso su mano por la entrepierna de la muchacha ¡estaba totalmente excitada!

    Lucia noto la mano de Martín en la entrepierna y se quería morir de vergüenza ¡Dios que horror! Por suerte Martín se retiró inmediatamente sino habría tenido un orgasmo allí mismo…

    Esta bien señoritas recompónganse, las veré a la hora de la cena, señorita Pilar guarde esta vara en el armario, creo que me será de mucha utilidad…

    Y lentamente Martín se marcho paseando por el jardín…

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